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En la obra de Elena Poniatowska “viven y vibran los movimientos sociales del país”

En la obra de Elena Poniatowska “viven y vibran los movimientos sociales del país”

En la obra de Elena Poniatowska “viven y vibran los movimientos sociales del país”

El Centro Universitario Cultural dedicó el homenaje La voz de México a la escritora y periodista

Merry Macmasters

Periódico La JornadaViernes 26 de septiembre de 2025, p. 5

A la voz de “una porra para Elena Poniatowska”, el público reunido en el Centro Universitario Cultural (CUC) para homenajear a la periodista y escritora, entonó: “¡a la bio, a la bao, a la bimbombá, Elena, Elena, ra, ra, rá!” Y no faltó la clásica: “¡Goya! ¡Goya!”, ni: “¡Elena, eres un sol!” El motivo de la velada fue el reconocimiento que le ofreció el CUC, el cual incluyó la conferencia La voz de México, impartida por Gregorio Luke.

Desde que la homenajeada arribó al auditorio Fra Angélico del CUC, los asistentes hicieron fila para que les firmara libros. Vestida de blanco y sentada en la primera fila, doña Elena, sin apuros, preguntó a cada quien su nombre para que la dedicatoria fuera personal, misma que escribió con cuidado y buena letra.

La emoción estaba a flor de piel. Christian, quien llegó con De la tierra al cielo, platicó que gracias a su lectura había estudiado arquitectura. Manuel Carmona, sacerdote de Puebla, llevó una copia de la revista Cultura urbana, editada por la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, cuyo número 37-38 de 2024 está dedicado a Poniatowska. Desfilaron por sus manos ejemplares de su amplia y diversa producción literaria, como Leonora y Miguel Covarrubias: Vida y mundos, sin faltar La noche de Tlatelolco: Testimonios de historia oral.

Fray Gonzalo Ituarte Verduzco, director del CUC, afirmó a modo de presentación: “Elena, con su pluma luminosa, nos ha mostrado siempre que la literatura no es un lujo reservado a unos cuantos, sino un derecho y un refugio, herramienta de resistencia y, sobre todo, un acto de ternura hacia los otros. Sus libros nos enseñan a mirar con sensibilidad el dolor de los más vulnerables y, al mismo tiempo, a imaginar que otros país es posible”.

Dijo que la presencia de Poniatowska en el CUC “nos recuerda que las palabras pueden convertirse en caminos hacia la justicia, que la memoria escrita puede ser un faro frente al olvido y que la cultura, cuando nace del compromiso y del amor por los demás, tiene la fuerza de transformar realidades”.

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▲ La articulista de este diario muestra el reconocimiento que le entregó el CUC.Foto Roberto García Ortiz

Para el sacerdote dominicano, “Elena no sólo es una de las voces más grandes de México, sino también parte de la historia viva de esta casa”. Tampoco es “una invitada que llega de paso, sino una amiga de larga memoria. Desde hace varias décadas ha caminado junto al CUC, compartiendo diálogos, afectos y sueños con quienes fueron pilares de este espacio.

“Entre ellos, recordamos con profundo cariño a fray Didier Leurente y fray Miguel Concha Malo, cuya huella permanece viva en la memoria de este lugar. Con ambos, Elena compartió no sólo el amor por la literatura, sino también una visión profundamente humana y comprometida: la de tender puentes hacia las comunidades más necesitadas, dar voz a los olvidados y acompañar las luchas más urgentes de nuestro país”. Agregó que el CUC conserva una colección de libros firmados por Poniatowska para el padre Miguel Concha.

Al final de la conferencia, Ituarte Verduzco entregó un reconocimiento a la homenajeada, “cuya voz y obra han iluminado la literatura de nuestro tiempo, y por el vínculo entrañable que, tejido con afecto y gratitud, ha trascendido durante tantos años”.

De acuerdo con Luke, en las obras de doña Elena “viven y vibran los movimientos estudiantiles y sociales del país. Su obra constituye la gran lógica de la lucha del México contemporáneo por la democracia y la justicia”. A lo largo de dos horas recorrió la vida de la homenajeada, así como su producción literaria. Recordó que construyó su carrera sin renunciar jamás a su vocación de periodista, que le ha permitido acercarse a los perseguidos, los desamparados y dar voz a los sin voz, uno de sus mayores logros.

El conferencista recomendó leer y releer la obra de Poniatowska, ya que es “testimonio y baluarte de nuestra época. No se puede entender el México contemporáneo sin su obra”. Además, “ha hecho que las palabras de todos se vuelvan sus palabras”. La suya es “una voz profunda y múltiple, en la que nos reconocemos. Es la voz de México”.

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Academia Mexicana de la Lengua evoca a Gutiérrez Vega a 10 años de su muerte

Daniel López Aguilar

Periódico La JornadaViernes 26 de septiembre de 2025, p. 5

Ayer se cumplieron 10 años de la partida de Hugo Gutiérrez Vega (1934-2025). Para celebrar su legado, la Academia Mexicana de la Lengua organizó un homenaje difundido por YouTube y Facebook ((http://bit.ly/3VBnvSf).

Coordinado por Silvia Molina, el acto reunió a Liliana Weinberg, Felipe Garrido y Sara Poot Herrera, quienes coincidieron en que “su palabra sigue siendo brújula para entender la poesía como viaje, duda y refugio”.

Desde el inicio se evocó a un hombre de múltiples oficios: abogado, actor, diplomático, periodista cultural, académico, director de instituciones y suplementos, y sobre todo poeta y lector incansable.

Al ocupar la silla 34 de la corporación en 2012, Gutiérrez Vega lo había dejado claro: “La poesía no necesita de mucho para sobrevivir. Es, como todas las patrias de los hombres, el lugar de la partida y el regreso, la Ítaca en los ojos del alma”.

La ensayista y crítica literaria Liliana Weinberg subrayó la condición itinerante de su palabra. Rememoró al niño que, con admiración ingenua, abordó al poeta Francisco González León en Guadalajara para decirle: “Yo sé que usted es poeta”.

La anécdota, teñida de humor, anticipaba la ironía que acompañaría siempre a Gutiérrez Vega. Weinberg destacó cómo sus versos, reunidos en títulos como Los pasos del nómada o Peregrinaciones, ofrecen geografías interiores y exteriores: Inglaterra, Brasil, Grecia y el Caribe, pero también Lagos de Moreno y la Ciudad de México.

“Su poesía nos invita a caminar, a mirar, a escuchar. La literatura y la vida se cruzan hasta confundirse”, afirmó la también ensayista.

El escritor Felipe Garrido lo definió como “hombre de mundo”. Relató su labor diplomática en países tan diversos como Italia, Chipre, Grecia o Puerto Rico, su rectorado en la Universidad Autónoma de Querétaro y su dirección de Casa del Lago y de la Revista de la Universidad.

Pero donde más lo conoció fue en La Jornada Semanal, que durante la década que la dirigió se transformó, dijo, “en el suplemento cultural del país”.

Puntualizó que Gutiérrez Vega fue un poeta de la duda, alguien que “se interrogaba a sí mismo, se contradecía, buscaba varias salidas para un mismo dilema”. Esa actitud crítica, añadió, lo hacía un interlocutor apasionado: “no alineaba a nadie en una sola ideología, disfrutaba las diferencias”.

Silvia Molina, amiga cercana, narró sus días como agregado cultural en Londres, donde su casa se convirtió en refugio para escritores, poetas y diplomáticos. “Él y Lucinda Ruiz, su esposa, eran anfitriones generosos, con humor y gracia. Era un hombre de naturaleza dulce y cariñosa, memorioso, culto y conversador fascinante”.

También puso énfasis en su origen familiar en Lagos de Moreno, Jalisco, los teatros de Guadalajara que marcaron su infancia y su temprano interés por la escena. Fundador del Teatro Cómicos de la Legua, actor y director de vocación, nunca renunció al escenario: “Para él, la poesía también era un modo de actuar el mundo”.

Por su parte, la investigadora Sara Poot Herrera se refirió al humanista y al cronista de las migraciones. Evocó su poema “Niño en la arena”, en el que Gutiérrez Vega habla al pequeño ahogado en Turquía, símbolo del drama de los desplazados: “Pareces dormido, pero no lo estás. Estás muerto. Te has ido porque este mundo de fronteras y garrotes no te merecía”. “Ese poema enlaza al niño de los Altos de Jalisco con el niño del mar, y muestra cómo la voz del autor trasciende fronteras”.

Poot Herrera cerró con la lectura de “Samarcanda”, donde el autor funde paisajes asiáticos con recuerdos mexicanos, prueba de que su palabra siempre tendió puentes entre mundos distantes.

Sus colegas coincidieron en que la palabra de Hugo Gutiérrez Vega “mantiene intacta su vigencia, hecha de preguntas, humor y amor. Encarnaba al escritor capaz de transformar su vida en literatura y la literatura en vida”.

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